a la vez la cocina de esos pueblos, sus elements alimenticios, sus delicadezas culinarias y, lo que es mis important a4n, se trajeron a Roma los mejores cocineros que pudieron encontrar en la vastedad de las tierras adquiridas. Nada tiene de extrafio, pues, que el fruto de tanto sibaritismo fuera una series de em- peradores viciosos, degenerados, obscenos, pervertidos, que lle- varon la gula y el crime a su mas alta expresi6n pero que, precise es admitirlo tambi6n, a veces daban muestras del mas delicado refinamiento y buen gusto en asuntos gastron6micos. -El historiador latino Cayo Suetonio Tranquilo, en su obra ,Los Doce Cdsares, que incluye a los emperadores que gober- naron a Roma desde Julio Cesar hasta Domiciano, se empefi6 en hacer resaltar el vicio de la gula que padecieron algunos de estos grandes personajes de la historic. Lo hace con tanta safia, que uno se siente inclinado a pensar que sufria de dispepsia cr6nica y sentia repulsion por la comida. Cuando se refiere a Ner6n, lo hace con una crueldad que no encontramos en los otros historiadores de la 6poca. Se esmera en detallar los h- bitos alimenticios de Tiberio, Caligula, Claudio, Gelba, Vitello, Vespaciano, Domiciano, Trajano, HeliogAbalo... Dejemos, por ahora, a estos personajes cuyo recuerdo es impossible eliminar de la historic de la gastronomia, y ocupdmonos de admirar esta espl6ndida noche, con su mar y su cielo que parecen pai- sajes edenicos. Hagamos un brindis en honor de esta bahia, que nos ofrece un espectAculo incomparable de belleza. Despuds que todos escanciaron sus copas, el doctor Desaix, tom6 la palabra: --Podria nuestro amigo el abogado Vergara decirnos si la palabra Samana tiene algin significado? -Mi padre tenfa una respuesta para esa pregunta -contes- t6 Vergara-. Pero yo nunca supe cuAndo mi padre hablaba en serio o en broma. El fue un indigenista, amateur por supuesto como lo son todos los que en este pais se han ocupado de esa material. Contaba que entire los indios tainos que poblaban la isla corria la leyenda de que en las riberas opuestas de la bahfa vivieron sendas families que desde hacia tiempo eran enemigas irreconciliables. Y ocurri6 Io de los Montescos y Capuletos: el chico de un bando se enamor6 de la muchacha del otro. Para burglar la vigilancia de sus padres, se citaban en medio de la bahia, en las noches oscuras, deslizindose en sus cayucos si- lenciosos. Mas en una ocasi6n, a punto ya de reunirse, una de esas turbonadas que se produce rabiosas e inesperadamente, separ6 sus cayucos y no podian encontrarse, dislocados por la