LOS CESARES SE PERFUMAN CON ESPECIAS El tiempo era agradable aquella mafiana de principios de diciembre. Soplaba un aire fresco y el sol era tenue. Por la orilla del mar caminaban el professor y sus amigos el doctor Desaix y el abogado Leroy. Charles Croiset tenfa cincuenta y seis afios pero su aspect era el de un hombre much mAs joven. Delgado y alto, siem- pre bien rasurado, su rostro apenas mostraba algunas arrugas en la frente. Sus ojos casi verdes y sus delgados labios denun- ciaban el origen escoc6s de su abuela materna. For el lado de su padre era de sangre alsaciana. Tenfa el pelo castafio, casi rubio. Algunas canvas asomaban por sus sienes. A pesar de su aspect delicado, era fuerte y resistente, porque habia prac- ticado deportes en su juventud. Sus modales eran suaves y ele- gantes. Era un hombre de ideas liberals, a pesar de su ri- queza. Gran parte de su cuantiosa renta era entregada a una fundaci6n que la administraba y la dedicaba al sostenimiento de hospitals, escuelas, academias e institutes en Europa y otros lugares del mundo. La obra filantr6pica que realizaba esta fundaci6n era extraordinaria. Cada cinco afios otorgaba mil becas, que duraban igual n6mero de afios, a estudiantes de escasos recursos econ6micos que hubiesen obtenido califica- clones apropiadas en distintos paises, para cursar studios es- pecializados en diversas universidades. Louis Desaix era el m6dico particular del professor. Siem- pre le acompafiaba. Era un camarada agradable, por su buen humor y su sana ironia. Como m6dico, se le consideraba una eminencia, pero una exagerada modestia lo mantenia retrafdo de los circulos cientificos donde se abona y se echa a correr la fama. Tenfa ya 68 afios, mas su constituci6n atletica lo ha- cia fuerte y erguido. Nunca se habia casado.