piando la playa, y en carretillas se lievaban grandes cantida- des de estos moluscos y de algas y trozos de Arboles que el mar habfa arrojado. Despuds del desayuno fueron todos en bote de motor a Cayo Levantado, donde las fuertes marejadas habian varado un enorme tibur6n. Cuando llegaron el escualo estaba cubierto por una verdadera nube de moscas y mosquitos. Me- dia mAs de quince pies de largo y su aspect era en verdad temible. Toda la vegetaci6n del cayo habia sufrido grandes des- trozos y sus playas estaban tambi6n cubiertas de moluscos y peces muertos y de trozos de madera y conchas y caracoles. Al poco de Ilegar a la casa vino un official del yate a mostrar al professor una series de mensajes radiogrificos que se habian cruzado entire el abogado Vergara desde la capital y el capitAn de la nave, por los cuales el primero se interesaba en saber c6mo habian pasado el cicl6n el professor y sus amigos. El official inform ademis al professor que el yate no habia sufrido dafio alguno. Despuds de cenar pasaron al balc6n. La noche era tibia y la atm6sfera pesada. El mar no se movia. La incertidumbre velaba el rostro de los contertulios. Hablaban con recelo, como si tuviesen micdo de algo. Entre la montafia y el mar, en medio de la noche oscura y caliente, frente a una Naturaleza Aspera, que hacia apenas unas horas que estaba rabiando con locura demonlaca, aquel grupo de europeos se miraban los unos a los otros con la duda pintada en sus semblantes. La inseguridad de la vida se les presentaba repentinamente. La tie- rra podria abrirse y tragArselos en un instant. El cielo era capaz de desplomarse y aplastarlos, laminarlos, hacerlos polvo, convertirlos en cero. Era el tr6pico, con su despilfarro de fuer- zas, su groseria, su imponente facultad para el dafio, su voca- ci6n para destruir en un instant lo que le habia torado siglos para construir. Aquel grupo de europeos, individualistas por educaci6n, deshumanizados por la mecanica y el artificio, aca- baban de tener su primer contact con la brutalidad de la Naturaleza, en una isla tambaleante. Acostumbrados a la base fire y profunda de un continent que contaba sus aniversa- rios por milenios, se sentian..vacilantes, intranquilos, sobre el pico de una cordillera hundida en el ocdano hacla apenas unos dias en el calendario astron6mico del Cosmos. El autocontrol de sus Animos los mantenfa aparentemente tranquilos, pero alla, en la hondura de sus conciencias, sobrevivia el instinto del cavernicola que chillaba y huia de espanto ante el rayo y