mo digo de los romanos de esa dpoca. Sdneca, Pausanias, Plu- tarco, Suetonio, Plinio, Tacito, Casio, Filostrato, Juvenal, Mar- cial, Marco Aurelio, Julio CUsar. Todos crelan ciegamente en el oriculo y en los augurios. -Todavia seguimos con las mismas creencias -interrum- pi6 el profesor-. La quiromancia... -No me diga usted semejante cosa. Creen en ellas los tontos, los analfabetos... -Yo creo en Santo TomAs de Aquino, en Fray Luis de Le6n, en el Pascal de la Abadia de Port-Royal, en Hilaire Belloc, en Giovanni Papini, en Teilhard de Chardin. Creo en ellos a pesar de que ellos creyeron en aquellas cosas, aunque con distintos nombres: Monte de los Olives, Calvario, Santo Sepulcro, hos- tia, bautismo, extremauncidn, reliquias, milagros, Lourdes, FA- tima... -No pienso que ellos creyeron en esas majaderias. Fueron victims de la duda. La perplejidad les hizo caer en la alucina- ci6n; la incertidumbre y la vacilaci6n les llev6 al espejismo, al ofuscamiento, a la obsesi6n. --Es usted librepensadora? -Un poco mis que eso. Creo en mi misma y en las reali- dades que mis sentidos pueden comprobar. Mi conduct in- duce a muchos a pensar que soy una misAntropa, y es todo lo contrario: la filantropla que padezco hasta me hace sufrir. En material de creencia, no puedo prescindir de la raz6n. En lo subjetivo, s6lo tengo fe en la conciencia, porque es el 6nico atributo que nos distingue de los otros animals. -Eso es materializar el alma humana... -El alma es apenas un concept, con el que tratamos de comprender, de explicar, la parte mts insondable de la con- ciencia. Y no soy una materialist: vivo soliviada por ideas de belleza, de espiritualidad. La raz6n me domina y... sin em- bargo... -iOQu... Siga usted! -dijo el professor, ansiosamente, acer- cAndosele, casi hasta tocar sus rodillas. -La realidad de mi vida en este rinc6n del mundo, me obliga a ser irracional a veces... --Qud pensamientos tan hermosos ha expresado usted! Ese choque de su delicada conciencia con lo irracional que la ro- dea, debe ser para usted fuente de dolores espirituales muy sublimes. La envidio. Mi vida es una linea recta, sin sorpresas, sin pequefios senderos imprevistos, un curso sin meandros. La