me asom6 al batc6n, y con la ayuda del catalejo vi su canoa deslizarse por entire los cayos. Y he venido a conversar un rato con usted. ZMe lo permit? -Encantada. Siempre aprovecho los dias nublados para remar un poco. -Admiro su vigor. Pero, eno es acaso, demasiado fuerte remar tan largos trechos? -Estoy acostumbrada. Puedo hacerlo por dos o tres horas continues, sin cansarme. Mi canoa es muy ligera. Mas, dfgame una cosa: edebo considerar su venida a este cayo como una visit a mi casa? -Su pregunta es muy sutil. Le confieso que es asi, y quiero explicarle por qud... -No es necesario. Comprendo que viaja de incognito y pre- fiere no ser visto en SamanA. Podrfa evitarlo yendo a caballo, por la cresta de la loma que se extiende a todo lo largo de la peninsula. El viaje es interesante, porque desde ciertos luga- res, se puede disfrutar de una vista panorAmica de la bahia, que abarca su totalidad cuando el aire estA limpio y despejado el cielo. Yo podria ir a buscarlo. Tengo buenas monturas. -HAgalo, por favor. Cuando usted quiera. Estar6 siempre listo. -Le mandard un recado el dia anterior, para que al si- guiente me espere a las cinco de la madrugada. -Tal vez le defraude un poco la simpleza de mi cocinera. En su libro se descubre que tiene usted preocupaciones gastro- n6micas muy acentuadas: se solaza describiendo los hAbitos alimenticios de los griegos y estableciendo paralelos muy pers- picaces con la cocina de los romanos de aquel tiempo y la gran cocina francesa de hoy dia. El titulo de la obra es genial: La Guerra de los Fil6sofosn. En realidad fueron los griegos los que conquistaron a Roma con su cultural y su civilizaci6n. Hizo una pausa que el professor aprovech6 para mirarla y tratar de adoptar un juicio concrete respect a ella. Era, ante todo, una mujer atlitica. Llevaba pantal6n corto y podia verse la piel de sus muslos tostada por el sol, lo mismo que su ros- tro y sus brazos. Sus facciones no eran las del tipo franeds, sino mis bien anglo-saj6n. El ajustado cintur6n denunciaba una cintura estrecha, demasiado estrecha para la anchura de sus hombros, y el vigoroso desarrollo de sus piernas y sus mus- los. Sus ojos eran pequefios, y los mantenia casi cerrados, como si sufriera de miopia y con las pestaiias unidas quisiera defender sus pupilas de la luz. Era de elevada estatura y de