El dia amaneci6 ligeramente nebuloso y a las diez de la mafiana todavia los huespedes de Anadel no se habian levan- tado, except Rosina, que ya a las ocho habia salido a dar un corto paseo en el cayuco con Trigarthon. Iba en traje de bafio, pero envuelta en un toall6n de felpa y tocada con un gran som- brero de paja. Al regresar, se dio unos cuantos chapuzones en la playa privada de Anadel y luego volvi6 a su habitaci6n. El detective estaba en el kiosco de la punta del cerro des- de temprano en la mafiana y ya cerca de mediodia se le uni6 el abogado Leroy, arropado en un largo impermeable. -Dia brumoso tenemos hoy, muy a prop6sito para el doc- tor Desaix -dijo, saludando al detective. --Por qu6 para el doctor Desaix? -pregunt6 6ste. -Porque sufre de fotofobia. Se cree londinense, adorador de las neblinas. -Usted tambi6n parece serlo -dijo, con una leve sonrisa, el detective-, porque le vi esta mafiana examinando la bru- ma con un anteojo al travds de las persianas. -Si. Observaba el mar... -El mar... solamente... eo alguna otra cosa que se bafiaba en el mar? -eSe refiere usted a la sefiorita Rosina? -pregunt6 el abo- gado, un poco amoscado. -Exacto. iCriatura maravillosa, escultural! Tengo entendi- do que es una expert nadadora, que ha ganado concursos en Italia. La conversaci6n fue interrumpida por la llegada de un sir- viente que vino a informar al senior Leroy que ya los sefiores estaban esperAndole para el desayuno. Eran las once de la mainana. A las dos de la tarde se sirvi6 el almuerzo. El palmito que el professor habia anunciado la noche anterior constituy6 el tema de la conversaci6n. El cocinero vino expresamente a ser- virlo. Lo present entero, sobre una larga fuente de loza, cu- bierto con una campana de plata para que se conservara ca- liente. Media unas doce pulgadas de largo y cuatro de espesor. Habia sido hervido cuidadosamente, para que no se desgajara, atado con hilo a todo su rededor, retirando luego el hilo para servirlo. Debia acompafiarse con una salsa holandesa pero el professor sugiri6 que se comiese apenas con sal y mantequilla derretida bien caliente. El cocinero lo cort6 en ruedas grue- sas y cada comensal lo sazon6 a su gusto. El doctor Desaix express que podia competir, ventajosamente, con los mejores