tado inconcebible at mayor bien de que disfrutamos los anima- les: la virilidad, que nos acerca a Dios, porque nos hace crea- dores, mediante el acto mas hermoso de la vida, lel amorl -iHurra! iBien por el abogado Leroy y que viva el amor! -exclam6 el Dr. Desaix, dando palmotadas. -Llamo al orden, caballeros -dijo entire jocoso y serio el senior De Mers-. jEstamos en presencia de una damal -iPero si lo que he dicho esta en la Biblial -argument6 Le- roy-. AdemAs, lo dije en forma muy hermosa, eno es cierto? Por otra parte, Rosina es muy inteligente y demasiado culta y sabe que nuestra charla es siempre pura. -No se preocupen por mi, amigos mfos. Soy la secretaria del professor Croiset y ya se podran imaginar ustedes todas las cosas que he tenido que pasar al papel... Menos mal que los ganchos y los garfios de la taquigrafia me ayudan a no rubo- rizarme... -Gracias, Rosina, por la indiscreci6n, que me favorece, por- que a mis afios ya eso constitute un elogio. Pero escichenme ustedes. La medianoche ha pasado y sin embargo todos nos sen- timos agiles y contents; mas, no vayan a career que es s6Io el tabaco, el cofiac y la grata conversaci6n la que nos anima. Es el aire nuevo y el rumor de ese mar hervoroso que parece que platica con los millones de estrellas que cubren el firmamento. Disfrutemos un rato mas de este grandiose espectAculo, que ig- nora y ni siquiera sospecha el hombre de la ciudad. Usted, An- toine Leroy, asiduo de las tertulias literarias del barrio latino de Paris. Y usted, doctor Desaix, adorador de la bruma. iMiren cuAnta luz hay en cada uno de esos luceros y c6mo el mar la reproduce multiplic6ndola hasta el infinitol zNo se sienten us- tedes cegados? -No, mi buen professor. Esa luz de las estrellas no es mi enemiga, porque es leave y es fresca. La que me irrita es Ia del sol... -contest6 el doctor Desaix. -Mafiana se reconciliara usted con el sol. Es una sorpresa que nos tienen preparada el cocinero, segdn me ha informado el senior Vergara. Pero quiero que lo sepan de antemano para que la vayan saboreando desde ahora. Desesperaba de venir a este pafs para poder degustar esa delicia. Vamos a comer un autdntico palmito, acabado de cortar. Tal vez sea un crime derribar una Palma Real, que se toma de veinte a treinta afios para alcanzar su apropiado desarrollo, con el anico prop6sito de que unos sefiores sibaritas se coman doce pulgadas de su pe- ndltimo extreme superior. El palmito que hemos comido en Eu-