extraordinaria como si fuera un mufieco, mientras reia con las mAs sonoras carcajadas. Trigarthon comprendi6 y a pesar de que la ropa mojada le pesaba much, tuvo suficiente soltura para atrapar entire sus poderosos muslos al detective y mante- nerlo debajo del agua el tiempo que estim6 necesario para do- minarlo. Luego lo solt6 y sali6 disparado nadando con pode- rosas brazadas hasta que lleg6 a la arena. El detective sali6, y entire carcajadas le dijo: -EstA muy bien. iEres un terrible tibur6n de ojos azules! Vamos a ser buenos amigos. Aquella ocurrencia devolvi6 la confianza a Trigarthon. Sibi6 al cerro por la trocha de atris. Entr6 a su kiosco, se desnud6 y se acost6 en la cama, abriendo de par en par las ventanas y la puerta. Reinaba un silencio absolute. Parecia como si en todo el rededor no existiera un alma viviente. Apenas se escu- chaba el lejano ruido del motor alIl, abajo, junto al arroyo de Clara, bombeando agua hacia la casa, dia y noche, sin dete- nerse jams. De repente advirti6 que habian quitado el tim- bre elctrico del espaldar de la cama. Se solivi6 y repar6 que en un rinc6n del kiosco habian puesto una pequefia mesa y sobre ella estaba una bandeja con el almuerzo: medio polio frito, papas, ensalada, arroz, un vaso de leche y una botella de agua fria. Se lo comi6 todo y volvi6 a acostarse. Las ideas daban vueltas en su cerebro, sin lograr orientar un pensamiento fijo que le indicara cuil era su situaci6n. Una duda imprecise todavia se iba forjando en su mente: sse pro- ponian aislarlo o querlan concederle absolute libertad? Trata- ba de aclarar la diferencia entire esas dos situaciones, pero no podia. Su capacidad paia analizar no estaba bien desarrollada todavia. Decidi6 no seguir torturAndose con esos pensamientos. Habia un hecho cierto, que lo ataba de pies y manos: la bon- dad del abogado. Le habia torado un gran cariflo. Cuando pen- saba en 61, todas sus inquietudes se calmaban. Le habia dicho que los sefiores llegarian dentro de dos dias. ZQui6nes eran esos sefiores? zQud venian a hacer aqui? (Para qu6 habian gas- tado una fortune en reedificar la casa? Tenian que ser gentes inmensamente ricas para poder tener tantos sirvientes y mue- bles tan lujosos. Habia un barco anclado en medio de la bahia del que no terminaban nunca de desembarcar cosas y mAs cosas. zPor qu6 todo aquello no pasaba por la aduana de Sa- mand, como era lo usual con las cosas que venian del extran- jero? Calcul6 que ya era media tarde cuando sinti6 pasos que se