Parecia que iba a Hover. El cielo estaba completamente cu- bierto con una capa gris que ocultaba las primeras luces del sol madrugador, pero ya el mar brillaba como si estuviese iluminado desde el fondo. Conocfa palmo a palmo aquella en- senada, llamada Clara, en el lado occidental de la enorme Bahia. Era un violent hueco que se formaba en la costa, como un enorme embudo, limitado al Oeste por el cabo de Punta Gor- da y en el otro extreme por el abrupto promontorio de dPun- ta Lirio*. En el fondo mismo de la Ensenada de Clara habia otra pequefia ensenada, casi diminuta, Ilamada Anadel, corrup- cidn del nombre del colono francs Arandelle que tuvo alli su hacienda y que huy6 cuando la invasion haitiana. La diminuta cala tiene forma de herradura, cerrada, protegida afuera por arrecifes que impiden la entrada de tiburones y aminoran el oleaje cuando se produce vientos fuertes. La playa es de arena blanca, limitada al fondo por un cerro que se proyecta hacia el mar formando el cabo de Punta Gorda, cortado casi verticalmente. Arriba, ]a explanada se extiende tierra adentro, como un altiplano. Desde la playa se sube al cerro por una escalera labrada toscamente en la piedra, de anchos peldafios que hace ficil el ascenso. Por el lado del Este puede subirse tambidn por una trocha entire la maleza. Trigarthon conservaba un recuerdo borroso de la casa, y del kiosco que estaba en la punta del cerro que se internaba en el mar. Eran recuerdos fugaces que pasaban por su mente mezclados con la imagen de su abuelo y de su padre. Y 61 iba hacia esa playa, donde estaba la casa grande, en la cual iba a vivir ahora. Todo le parecfa un suefio. A travds de las prime- ras luces de la madrugada, se vislumbraba la edificaci6n. Su mente se poblaba de fantasias al pensar en ella, y divisarla ya, borrosa, en el fondo de la ensenada. Aquel reciuerdo le atraia con misterioso encanto. Toda su nifiez estuvo saturada con la vision de aquella casa que, en boca de la gente campesina, al canzaba caracteres de palacio encantado. Se decia que era enorme y hermosa y que en ella podfan vivir c6modamente mis de treinta personas. Estaba edificada sobre la cima del cerro que servia de fondo de la ensenada. En ella habian vivido per- sonajes que en la mente de los pescadores resultaban como principes o reyes de cuentos de hadas. Primeramente Monsieur Arandelle, su constructor original. Despuds fue Mansi6n o For- taleza de las autoridades extranjeras que ocuparon el pals a principios del siglo xxx. Durante todo aquel tiempo habia sufri- do alteraciones. Tuvo que ser reparada, casi reconstruida, cuan-