cANADELD El cayuco iba como disparado, sobre la tersa superficie del mar, inm6vil como una lamina de pulido estafio. Apenas producia un rumor leave el par de remos al tocar el agua, im- pulsando al bote con la elegant y majestuosa velocidad de un cisne. Eran las cinco de la madrugada y Trigarthon remaba con todo el vigor de sus brazos poderosos. Se habia dado algunos chapuzones en el mar, al levantarse, como sodla ha- cerlo. Luego visti6 su mejor pantal6n y se llev6 en el bote la camisa y los zapatos que se pondria al llegar al tdrmino de su viaje. Iba hacia