siestas que tanto reconfortaban su cansado cuerpo de rudo trabajador. Se solivi6 sobre el catre, al escuchar voices que venian del mar y que le llamaban por su nombre. Sali6 a la puerta del bohio, y en la playa vio que el bote atracaba y desembarca- ban un senior y dos remeros, conocidos suyos. Los mir6 acer- carse, con un vago sentimiento de sorpresa, casi de susto, mientras su pecho se agitaba aceleradamente, anunciAndole, con premonitorio instinto, que aquella visit iba a ser precur- sora de cambios radicales en su vida. El hombre le mir6 con atenci6n. acercAndose y tendidndole la mano. --Es usted Trigarthon...? Mucho gusto en conocerle. Pronunci6 su nombre con toda claridad y entonaci6n ingle- sa, acentuando la a, en vez de la o, y hacierdo vibrar la th, como si fuera una z, aguda y silbante. Contest que si. con voz todavia velada por la sorpresa y la timidez. Era un hombre joven. Llevaba puesto un impermeable, para defenders de la lluvia. No parecia tener prisa, y pidi6 a Tri- garthon una silla, expresando que tenia que conversar larga- mente con 1l. Este sac6 las dos inicas sillas que tenia, des- fondadas ya por la vejez y la intemperie. El visitante ocup6 una de ellas, encendiendo un cigarrillo, mientras miraba aten- tamente a Trigarthon, siguiendo los movimientos de sus ojos. Dijo ser abogado y venir de la capital en asuntos relacionados con Anadel, Ia vieja casa grande, al fondo de la ensenada, la cual, una vez reconstruida, seria ocupada por unos sefiores que vendrian del extranjero a vivir en ella por una temporada. Habia expresado al gobernador de la provincia sus deseos de encontrar un hombre serio, honest y laborioso, para que trabajara junto a dl, como conocedor de la Bahia, v como capataz. cuidando la propiedad y vigilando el empleo de los materials de construcci6n, y su nombre le habia sido reco- mendado. La ejecuci6n de la obra duraria unos tres meses, y le ofrecia un magnifico journal, con promesa de mejorarlo, segtn las circunstancias. Los ingenieros, maestros de obra, jornaleros y materials comenzarlan a llegar dentro de pocos dfas, desde el extranjero. Mientras el abogado hablaba, Trigarthon buscaba en su memorial el recuerdo de aquella casa llamada Anadel. Era de madera, de dos pisos, rodeados ambos de extensas galerias y balcones. Su duefio era un rico comerciante de un cercano