comestibles y granos y yerbas. S61o esta casa quedaba en pie, como un basti6n: las otras se fueron cayendo, lentamente, des- truidas por eI abandon y la intemperie, a media que sus due- ios se iban para no volver, hasta que el caserio qued6 deshabi- tado. extinguido, como un simple recuerdo. Fueron ellos los inicos que escaparon al dxodo incontenible. En el curso de los afos se fueron todos, menos ellos tres. Y alli estaban, en aquella casa que ya era choza, pegados a la tie- rra, tan querida, donde habian sufrido tantas penas. Era la casa que ocup6 su abuelo, el digno y majestuoso Sitermann Mi- lord Rymer, a quien le fuera asignada cuando lleg6 como pas- tor d.e los negros inmigrantes de aquel pais tan grande, cuyo recuerdo perduraba en Ia mente de los tres con caracteres le- gendarios y en la que siempre funcion6 la