nas de dias echado sobre la proa, durmiendo apenas y comiendo poco. fortalecido por sus doce anos vigorosamente desarrolla- dos con el yodo del agua y los rayos del sol. El cicl6n antillano rasg6 su piel con caricias de garra y en las noches de cAlido sopor el vdspero guard su sueflo y la au- rora bes6 su transpirante desperlar. La humedad de las tardes ardorosas cubri6 su cuerpo virginal con aceitosas humedades. Cuando el cielo se rajaba en formidable aguaceros, caminaba imperturbable por ]a playa y los senderos vecinales, recibiendo en el rostro la refrescante lluvia tropical, como la caricia de una bestia. Era un niflo diferente, a quien llamaban simple, porque su bondad y su dulzura inmunizaban su cuerpo de agresiones, por- que siempre callaba y sonreia, porque sus juegos y su voz y sus palabras eran mansas y agradables. Era un nifto diferente, por- que siendo negro, el iris de sus ojos era de color azul, y su pelo era lacio y sus labios recogidos y perfilada su nariz. Era un fen6meno racial, desagradable para algunos, atractivo para otros. Pero era un nilio bueno, obediente y tranquilo. Asi fue crecien- do, junto a Ia indiferencia carifiosa de sus padres. Asi creci6 Trigarthon, el unig6nito de Adorn Rymer. el negro Pastor de la Iglesia Wesleyana. Asi inici6 su vida, como una alga marina flotando en las olas, como un caracol sobre la arena de la playa, endureciendo su piel y sus mdsculos con los empellones del mar, mientras su alma y su instinto y su espiritu se quedaban en la punta mas extrema del vacio, entire purezas, como nubes blan- cas y ligeras. Y asi lleg6 a hombre, vigoroso y saludable de cuerpo y alma. Habitaba la dnica casa que quedaba de lo que fue una pe- quefia aldea de inmigrantes negros de Norteamdrica, en la falda de la loma, al fondo de la sabana cuya playa form la ensenada de Carenero, en la costa Norte de la Bahia de Samana. Estaba construida con gruesos tablones de madera que el curso de los afios y la brisa del mar habian endurecido, casi petrificado. Los ladrillos del piso estaban ya desgastados por el tiempo y las pisadas. El techo era de pencas de palma y acusaba los cons- tantes remiendos y parches que era necesario hacerle cada vez que un huracAn to destruia parcial o totalmente. Sus tres habi- taciones estaban casi vacias: apenas una vieja mesa adosada al seto y tres sillas rotas en la sala; una cama muy grande, de madera de caoba y un armario inservible en uno de los cuartos y en el otro un catre cerrado y cajones con algunos instrumen- tos de labranza y que servia tambidn para almacenar races