RAMON MARRERO ARISTY Me lo decia esperando de mi algo asi como su sa;- vaci6n, y quedaba como en suspense, prendida de mis labios. -No puedo -le respondia con franqueza-. Soy casado y no tengo trabajo ni dinero. -Si tu no vives con tu mujer, no importa. Yr quiero que me saques, que me honres... iTu harMs "maromas" y yo lavar6! Y seguia siempre como en suspense. No le respondia. La miraba con pena. Ella per- manecia un rato pensativa, y luego, desesperanzada, mur- muraba: Son disparates. eC6mo puede ser? Bebia el ron, y como queriendo convencerse de que algo sofiado no era cierto, hablaba otra vez: -No creas nada de eso. Tu me gustas, a pesar de que bien s6 que no te interest. iPero me gustas! dEn- tiendes?.. Me gustas, y nada mis... Reia lo mejor que podia, y me decia nuevamente, rozando su cara en mi pecho... -No se puede vivir sin dinero. Tu no ganas di- nero... Pero me gustas. eEntiendes? Me gustas... Y bebia, bebia... Yo me preguntaba: "'Esta es mi tierra? dPor que esta isle que debi6 ser de paz se ha tornado en pantano semejante? ePor que nos matan asi?" Y mi vista desolada, al buscar el horizonte, chocaba con las grandes chimeneas del central, que se elevaban siempre. imponentes, por encima de todo... *Y Yo habia perdido la fuerza y el deseo de razonar.