RAMON MARRERO ARISTY grand, ps...o ods. -Esta es mi mujer -me diio. Y luego, dirigi&n- dome a ella:- Zunilda: bdscate dos "palitos". La mujercita abandon al niiio en una caja de cart6n, y la criatura sigui6 gritando. Entr6 al aposento, y a poco sali6 con una botella y dos vasos. Mi amigo sonri6: -Yo no tomo cafe. Y le temblaban los labios. Bebimos el primer trago. Todavia yo no habia hilva- nado una idea, y aquel ron me reanim6 un poco. -Pero hablame de tu vida -inquiri6 mi compa fiero, como quien recuerda algo que no deberia haber olvidado-. No te he deiado tiempo para decir nada iHablame' Y ahora sonreia. El la habia aclarado. El sol se sacudia en el cielo. Nos hallAbamos en el patio, a la sombra de un flam- boyan florecido. Mi amigo se echaba hacia atras en una mecedora de guano, descansando los pies en una silla vieja. Yo ocupaba otra mecedora y tenia los pies en tierra. En una mano sostenia mi vaso. La botella estaba en el suelo. -Lo que podria contarte es muy largo-, le dije, sin decidirme todavia. -No import. Hoy no tengo trabajo. Te quedaras a comer. Y luego, como una explicaci6n afiadi6: -Gano poco, pero he hallado un chino que fia de todo, iy mientras no se detenga!... iAdelante! Y me guifi6 un ojo. El otro trago me solt6 un poco la lengua. "Justa- mente -pensaba-, de esto era de lo que yo tenia ne- 21,,