OVER Pas6 la noche. Al dia siguiente fui en un caballo de mi amigo, hasta un pobladito que se arrastra en un ca- mino real que desemboca en la carretera, En ese lugar esperaria un autom6vil, mientras mi vista examinaba aquel raro caserio que ya no podria crecer mis, jTriste y sufrido poblado aquel! La necesidad de vivir IIev6 a sus fundadores a ese lugar. Levantaron sus enramadas y casuchas alli, porque el camino era del go- bierno y el sitio estaba al pie de una oficina de pago del central, Tuvieron miles de inconvenientes porque desce un principio la compahia trat6 de barrerlos, pero se agarraron con dientes y uias a esa faja de tierra na- cional, cuyo ancho no excede de cuarenta metros, y formaron dos hileras de casas, sin patios. Casi todas aquellas construcciones de madera, techadas de zinc estan ocupadas por establecimientos comerciales, y sus duefios viven porque algo venden de dia en dia, a los peones de la finca. Pero es impossible que haya en la tierra otra comunidad tan humillada como esa. Las alambradas del central clavan sus pias en las paredes posteriores de las casas, como dindoles un empell6n brutal, para arrojarlas del sitio. No ha habido forma de obtener una cuarta de tierra para letrinas y patios. Los hijos de aquellos hombres no han hallado lugar para sus juegos infantiles, y como una ironia: miles, miles de tareas del central! hasta mis alli de la inea del horizonte. Y no son los alambres anicamente los que estrechan la vida de Ics moradores de aquel poblado. Sus tiendas, como las dei pueblo, dormitan. Ese dia les vi a todos, uno por uno, 1-eyendo peri6dicos, o mirando, de codos al mostrador, la le.ania. mientras en la bodega que a la entrada del poblado, como un tap6n les ha ajustado la