RAMON MARRERO ARISTY iNo sabes cuAnto nos ha desalentado esa injusticia! Pe- ro no olvides que estamos aqui. Tu sabes que siempre puedes disponer de una parte de nuestros sueldos. Al menos del mio y creo que tambi6n del que gana Valerio. No s& por qu6 una rara emoci6n me hacia encoger la piel de la cara. Un deseo de abrazarlo fuerte y lar- gamente me subia al coraz6n. No era por el dinero que ya me habia dado, sino porque at fin hallaba una persona que no me hiciera acusaciones por haber perdi- do el empleo. Despuss, entrada la noche, frente a una mesa donde se amontonaban unos plates con restos de comida, va- ciando la segunda botella de ron, su voz era una ola de indignaci6n: -Los gobiernos castigan a los desesperados que ma- tan a los explotadores y cometen actos de terrorism, pero a quienes deberian castigar es a estos capitalistas sin entraias. Cegados por su fiebre de atesorar dinero, y empecinados en concepts de superioridad racial, ex- plotan, oprimen y siembran tal rencor en los hombres, que cuando el dia del estallido inevitable llegue, la ven- ganza de las masas lo arrasara todo como un huracin!... Y todavia al acostarnos su voz seguia diciendo: -Es listima que en una tierra donde siempre de- bi6 haber paz se haya conocido esta injusticia. Se le esta creando un porvenir sombrio a nuestro pueblo, porque nuestros hombres quedarin incapacitados para toda obra de bien, de seguir amargindoseles asi; lestran- gularin en ellos hasta el iltimo buen sentimiento! Quedaba en silencio, sacudia la cabeza y otra vez murmuraba: -iEs una lIstima!,..