OVER ihasta hielo y carb6n! iQu6 rapacidad! Por no dejar de quitarnos, hay dias que hasta nos quit el sol, porque el humo de sus chimeneas es tanto, que cubre pedazos de cielo. * * Tales impresiones recogia en la calle, y eno era na- tural que viera el central con horror? Alli estuve prisio- nero, alli fui martirizado, humillado; alli se me cay6 parte del pelo; alli vi un amigo ahorcado, otros locos, desesperados, bajo el peso de esa organizaci6n cuya 6nica religion es el over. Alli -enecesito decirlo?- ialli no volveria mis! Y asi se lo decia a mi mujer: -;No vuelvo al central! ]No vuelvo al central! Mi situaci6n sigui6 estrechandose. Ya en la casa se me negaba el saludo. Para todos yo era un holgazin. Un chiflado. -iTanto que trabaja mi marido! -decia mi cu- fada. -iTan estrecha la casa! -suspiraba mi suegra. Y mi mujer. -Busca jab6n para la ropa. Busca dinero para la lavandera. Necesito un vestido. Busca trabajo. JamAs crei que se podria acosar tanto a un hom- bre. Un dia de esos, cruc6 al fin la frontera de mis escr6pulos y me decide a recurrir a los viejos amigos, a los camaradas que segulan en el trapiche de la finca. Y fui a casa de Eduardo.. . Recuerdo el dia. ;Qu6 carifioso recibimiento! Me abraz6 como a un hermano. -Lo tuyo nos duele en came viva -me dijo-.