RAMON MARRERO ARISTY callar. iS6lo nos queda el recurso de callar! Lo dijo aquel hombre y ide quo valia mi indignaci6n! Nadie mejor que yo conocia esos m&todos perfectos de que se vale el cen- tral. El sistema de avances en 6rdenes contra sus tiendas exclusivamente, y la pequefiez de los salaries, le dejan muy pocas veces alg6n residue al trabajador, y como el central ejerce un espionaje abrumador sobre sus de- pendientes, ellos, por agradar al amo y por conservar el pan, gastan lo que les sobra en sus tiendas. iMalditas tiendas! En ellas es donde se page la zafra. Es con provisions y mercancias que arrojan como minimo un trienta por ciento neto de ganancias, con Io que se paga la elaboraci6n de los millones de quintales de aztcar que produce la region. ,Es con arroz, aren- ques, harina de maiz, bacalao y fuerte azul, con lo que se les paga a miles de esclavos! Porque los pagos son una mentira. El pe6n, el empleado a como se Ilame, tiene que gastar mis de un sesenta por ciento -casi nunca baja de un ochenta o un noventa por ciento- de su salario o sueldo, y luego, aquello que le sobra es tan poco, sirve para tan poca cosa, que horas despu6s cae en el caj6n de las bodegas. Y como dijo el comerciante aquel, "es necesario callar", en vista de que nadie prestaria oidos a una de- nuncia sobre esa explotaci6n, y estando seguros, como todos estan de que cualquier simulacro de investigaci6n nada llegaria a probar, porque el central es todopoderoso. iTodopoderoso! jTodos lo saben! Los vendedores de leche, los panaderos, los carniceros, todos gritan, todos dicen: -Si el central s6lo hiciera az4car podriamos vivir. Y es que el central hace de todo y vende de todo,