OVER Y me iba a la calle, sin rumbo, en busca... ino sabia de qua! No qued6 tienda donde yo no fuera en busca de tra- baj6, pero no o obtuve sencillamente porque en los es- tablecimientos del pueblo, ni adn los duefios hallan que hacer. Todo parece estar sumido en profundo letargo. Lo poco que se vende es a credito y casi nunca se co- bra. Los establccimiet.tos cada vez son menos. No puedo olvidar lo que me dijo el iltimo comerciante con quien me entrevist6: Amigo, cualquiera le daria trabajo, pero el negocio no vale ya la pena. Usted sabe que el noventa por ciento de la gente que trabaja en la region, vive del central, y que el central ha monopolizado el negocio. Si la compa- fila no ejerciera el comercio al detalle quizAs se podria vivir, pero usted sabe que ella lo resuelve todo con pro- visiones y mercancias, porque cuenta con todos los re- cursos para obligar a los que dependent de ella a com- prar en sus tiendas. Sus peones cobran semanalmente y sus empleados todas las quincenas, pero todo el mundo sabe que ello no significa nada para el que cobra ni para nosotros. La pequefiez que le sobra a esa gene no le alcanza para nada y atento a ella el comercio particular no puede vivir. Lo que cobran los dias de pago es una piltrafa que les echan para que crean que trabajan por dinero, y nada mis. iY nada podemos decir! Porque los m4todos coercitivos que posee la compaiiia son tan perfectos que ante la imposibilidad de hacernos oir si denunciamos la extorsi6n, s6lo nos queda el recurso de