RAMON MARRERO ARISTY Desde entonces no volvi a vivir en paz, porque a todas horas parecia decirme el especto sombrio de mi mujer: -Busca trabajo. Busca dinero. Yo pensaba que indudablemente algunas personas han nacido para que nadie las comprenda, y que entire esas me encontraba yo; porque no habia uno, entire los que me rodeaban, que comprendiera mi estado de animo. Todo era lamentarse de !a violencia que me hizo perder el empieo, y de mi modo de ser. Exponian, con razones que consideraban irrebatibles, sus concepts sobre la ne- cesidad de conservar el empleo a costa de cualquier sa- crificio. Con frecuencia les oia decir: En este tiempo hay que soportar patadas, si es ne- cesario, para no perder ,I que nUs pr.Lpo:cciona el pan. ;El pan! Siempre el pan. iCuAntas bajezas por el pan! Y mi angustia no podia ser mayor, porque mis ra- zonamientos, harto oscuros p-ra todos, se estreliaban en el muro de la incompresi6n general. Tuve que resignarme a oir sermones, consejos y mil cosas de esa laya, por el hecho de que quien lo daba todo en la casa era el marido de mi cufiada. iPenosos dias! La creencia de que yo era un chifla- do echaba raices con gran rapidez. Una frialdad que congelaba el ambiente. me azotaba el rostro. Nadie con- fiaba en mi. Y aquel estribillo de mi mujer: -Hace falta dinero. Busca que hacer. Desolado, no cesaba de hacerme preguntas: ZSerA mi mujer un verdugo? cPodra decirme al- guien para que naci?