RAMON MARRERO ARISTY abre entire los dos. Entonces quisiera ser un hombre como la mayor parte de los que hay en el mundo; co- mo casi todos los de ayer, los de hoy y los de siempre; como todos los que viven para tener hijos y hablar y dormir con su mujer. Quisiera ser como el marido de mi cufiada, cuyos problems son trabajar, comer y estar con ella, mientras ella s6lo piensa en lavar, cocinar y limpiar la casa con 6l. Comprendo que mi cabeza esti demasiado repleta de ideas fuertes; de ideas que quizAs no puedo plasmar, y que pienso demasiado en la injusticia; que no me resig- no a llevar una vida de imb6cil, y que todo eso es un enigma para mi pobre mujer, cuya venganza se desahoga contra todo lo que ella cree que nos separa; ya sean libros, manuscritos o amigos. Cuando estoy leyendo, me obliga a observarla. Mueve las cosas ruidosamente, tropieza con todo; si habla, es con voz irritada. A veces no puedo soportar tanto ruido y la reprendo. Entonces Ilora como una ton- ta. A tal punto ha llegado su nerviosismo, que ya no le oculta su antipatia a mis amigos, con quienes compete imperdonables faltas de educaci6n que los estAn ale- jando de mi bodega. A Eduardo hace poco que no le respondi6 el saludo; cuando alguien estA conmigo, pasa entire nosotros intempestivamente, sin decir palabra. Como resultado, la casa se me hace insoportable. Esto es muy estrecho y aqui siempre hace calor. Cuando cierro la tienda y me hallo en uno de estos cuartitos, for- zosamente cerca de mi mujer, atormentado por toda clase de ruidos, mis nervios trepidan. Oigo los sonidos exageradamente, me crece la ira. Entonces, me echo afuera y march a casa de Cleto, a casa de viejo Dio- nisio, o me voy simplemente a vagar por los carries