OVER Es decir, han sido abandonados a su suerte, sin empleo, hasta la pr6xima zafra, por economics. Los otros ganan ahora menos porque a todos se les rebaj6 el 10% de sus sueldos, como todos los afios. Est&n hoscos. La finca dormita. Yo pienso en mi deficit y me desespero. Ahi, sobre mi, estA siempre el techo de zinc de la bodega, recalen- tandome los sesos. Cuando no sopla brisa, todo es sopor, marasmo. El calor es tan denso que casi puede asirse, y por todas padres, ilos cafiaverales! Frente a mi estan los cafaverales; a mi lado estan los caiiaverales; a mi espal- da estfn los cafiaverales. iCafiaverales! Sobre ellos siem- pre un cielo limpio y alto, como un desesperado ojo sin parpados, desde el cual se desparrama un sol de fuego. Cuando uno siente que en la cabeza un incesante dolor martillea, y siente que le brota un sudor aceitoso por todo el cuerpo, y tiene deseos de arrancarse las ropas y gritar, mira ansioso hacia los cafiaverales, y la vista se quema en el resplandor de hoguera que parpa- dea sobre ellos, el horizonte, por encima de cualquier si- lueta de montafia que se recorte apagada a lo lejos, por encima de cualquier mancha que aparezca en los cafia- verales. Son los dias del tiempo muerto. Los empleados que estin "de vacaciones" y los otros cuyos suekdos han dis- minuido ya por quinta o sexta vez, andan desorientados. El ron los quema per dentro y el sol por fuera. Se ahogan en una sorda inconformidad que no compren- den; una inconformidad pesada, de plomo derretido, que deforma y acaba sus vidas inexorablemente. Cuando los veo, s61o pienso en ellos y creo que mas me duele lo suyo que todo lo mio. Me crece, encendido, un gran deseo de gritar a todos los vientos, denunciando