Tuve dias de ruda lucha con mi mujer. La madre march una semana despues de su liegada, porque hacia ya casi tres meses que no atendia a sus otros hijos. Vieja Merc6 estuvo seis semanas en el batey donde vivia Me- lito, haci6ndole compalia hasta que pudo traerles a 61 y a los suyos, y durante ese tiempo, me vi en la necesi- dad de recurrir a una haitiana para que me atendiera la casa. Pero tuve que hacerlo todo. La negra y grajosa mujer no sabia cocinar, ni tenia costumbres, ni la mis leve noci6n de lo que significa limpieza. A los tres dias de lucha, me vi en el caso de despedirla, y desde enton- ces hasta el regreso de la vieja Merc6, fui cocinero, en- fermero y perro guardian de mi mujer. Ella no podia valerse y tuve que bafiarla por buen espacio de tiempo. Me las arreglaba para cocinar y aten- der a la bodega. Desde su cama eUa me avisaba cuando un olor se lo denunciaba: "Se quema la came", "ee queman las habichuelas", "se ha botado la leche", y yo abandonaba mi puesto detrAs del mostrador y corria hacia la cocina. Mientras tanto, era todo oidos para no dejarme sorprender por Mr. Baumer, o por cualquier otro alto empleado del central, fuera de mi lugar, por- que ello implicaba la p6rdida del empleo. Aprendi en poco tiempo a distinguir todos los ruidos. cQui bocina de autom6vil no conozco, aunque para un novato todas suenen lo mismo? eQu6 ruido de