RAMON MARRERO ARISTY engrandece hasta ultrajarme! jMe ultraja a mi, que des- ciendo de los que de este suelo hicieron patria para que de ella gozAramos como duefios! Viene a mi tierra a humillarme, porque sabe ingl6s y se arrastra... iIntruso! iLadr6n! Cansado de dar vueltas, me echaba en la cama. La luz apagada, los ojos cerrados, trataba de dormir. Y a pesar de que apretaba los dientes, me ardia el pecho en imprecaciones: -iMalditos! iLadrones! La noche avanzaba. Mi impotencia se me derrama- ba encima como un bailo de fuego. Mordia la almohada. iNo me explicaba c6mo hasta las piedras no sufrian mi dolor! ** Desputs, me trajeron a mi mujer sin hijo. Era un esqueleto envuelto en piel. Cuando la madre entr6 con ella, la pobrecilla, se me aferr6 at cuello, como un ator- mentado que despu6s de haber sufrido la agonia del po- tro, cae en brazos de su salvador. Su llanto me bafiaba el pecho... Fuerza, ifuerza de hombre!, hube de tener para no llorar.