OVER quiero es que ella salga de aquella habitaci6n! No puedo soportar la idea de que pase los dias y las noches alli. Trasladea... Yo pagar.. . Mi voz era como un ruego. Fu6 despu6s de haber hablado much cuando me enter de que nadie me oia. El hombre habia colgado del otro lado sin ponerme atenci6n iEstaba irritado porque un bodeguero preten- dia que su mujer fuera alojada en el pabel!6n donde debia estar una persona! Hay amarguras cuya intensidad el hombre jams podrA expresar, y aquella que me rompia el alma era una de ellas. Aquel dia lo paseo caminando dentro de la bodega, como un loco enjaulado. Me ahogaba la desesperaci6n. Los peones se asombraban de que no les oyese. afn cuando me hablaban de ahi mismo y a viva voz. LIeg6 la noche de la finca, impregnada de angus- tia. Se habian amontonado mis comidas, y en voz alta, yo disertaba: --Por qui los hombres se tratan tan mal? ePor qu6 estas diferencias? Nadie quiere apreciar ni com- prender a otro. No he causado mal, no he albergado odios. Mi mujer es una nifia inocente, que esta enferma y necesita comodidades, cuidados. Necesita que se le tra- te como a una cosa pequeflita y querida, icomo a un ser humanol Y sin embargo, 11a encierran en aquel cuartucho! A veces la ira me soliviantaba: --Y ese mediquillo, qui6n es? iIntruso, extranjero, le estA robando ese puesto a un hombre digno, que no sea capaz de vejar a las gentes! Vino a mi pais siendo nadie, insignificant, inoompetente, servil iy ahora se