RAMON MARRERO ARISTY cuadrados a lo sumo, y en el cual habia dos camas. Era tan desnudo, tan estrecho, tan triste, como una celda. En una cama vi su cuerpo gastado; a su lado, a la ma- dre que no me vi6. No quise hablarles. Retrocedi en bus- ca del director. eC6mo era possible aquello? Camin6 por los jardines del hospital, busqu6 a aquel hombre por todas parties, fui a su casa. Alli me dijeron que estaba en un baile que se celebraba esa noche en el club del pueblo. iQu6 sordo es el mundo! Regrese al hospital por las semialumbradas avenidas del central, Ileno de desesperaci6n. Volvi a la celda donde estaba mi mujer y la encontr4 todavia durmiendo. La madre ahora leia no s6 qu6 cosa. Hablamos poco. No quise despertar a la enferma. Luego me volvi al campo. A la mariana siguiente, Io primero que hice fu6 lla- mar por teldfono al doctor. Estuve mas de media hora esperando que le avisaran, que 61 se desocupara. Cuando son6 el timbre, yo estaba tembloroso. -iQuien habla? -El Director del Hospital -dijo la otra voz a trav6s del alambre. -Doctor: Ie habla el bodeguero Comprs, que tie- ne a su esposa alli... -Diga. -Yo quiero que me haga el favor de trasladarla al otro p.bell6n. Ahi donde estA no es possible. Usted sabe que los peones dicen palabras obscenas y gritan durante today la noche. Yo le agradecer6 a used esto siempre. La otra voz dijo: --Pero sabe usted que una habitaci6n de las que usted quiere cuesta cinco pesos diariamente? -No se pure por ello. Pagar6 lo que sea. ILo que