RAMON MARRERO ARISTY al hospital, a solicitud del contratista de la colonia don- de vivia. Aquella noticia le quit6 el sosiego: -iMi jijo e n'ese hospital! iDi6 me lo ampare!... Decia esto a cada moment, lena de temores, hasta que ayer le trajeron la noticia de que iban a opera a Melito. Ya no tuvo un moment de reposo y no pens6 mis que en partir hacia el pueblo. Le busqu6 algin dinero y dese6 buena suerte al despedirla. Volvi6 esta mariana. Ahora no cesa de llorar. A su muchacho le cortaron la pierna derecha y ya no se arro- dillari mas ante ella. iLe cortaron la pierna! eY qu6 tenia? "iAy, don Danielito! -me dice entire sollozos-. Dipu6 que lo lisiaron, al trite, se dieron cuenta de que la jinchas6n era de rumatino. iYo lo supe!". No digo nada que valga la pena. Una palabra obs- cena es lo finico que se me ha escapade en presencia de la vieja, que no Ia ha oido. Despu6s, veo a esta pobre mujer sufrir y pienso que dentro de poco tendri que traer al hijo, a la mujer y al nietecito para este batey. Cabrin todos en un cuartito, en su media casita blanca. Melito, cuando el mufidn de la pierna est6 sano, irA con muletas hasta una pieza de caiia y arrastrandose por el suefio desyerbara, harA cultivos como otros tantos, a dos centavos y medio o a tres centavos la tarea. ,Quien mirarA por ellos? Las palabras sucias que .lenan la boca. No salen por'iue estoy mudo, de codos al mostrador, pero las siento patear. Van ilegando gentes a la bodega. No son compra- dores, sino los sin trabajo de! batey o los que pasan ha- cia algfn punto de la finca, que se detienen en el inico sitio donde la gente suspira, maldice y fantasea a su antojo: la bodega.