RAMON MARRERO ARISTY --Jal Aqui yo pielda mi tiempo. Mijol que alli in Barbados no trabaja, pero no mi mata. Yo me vuelva pa no vuelva. Y alguien repetia como un eco: "No vuelva"... Se fueron los dias y ayer hicieron el 6iltimo pago. Casi todos los dominicanos marcharon hacia los campos. Cocolos y haitianos de la inmigraci6n de zafra, desde esta madrugada se apifiaron en el chucho, tomaron asien- to en los rieles, en largas hileras, y esperaron la Itegada de la locomotora. Llevaban cajones, maletas de madera forradas de hojalata -vacias o quizis con alg6n pan- tal6n-, pequefios lios, gallos, gallinas, plAtanos y alg6n trozo de came de buey salad, para comer en el ca- mino o para llevArselo a sus parientes. Lleg6 la mAquina con su larga cola de vagones. Nc hubo despedidas sentimentales. Alguien le dijo a otro: --Tu vuelve, Malfini? Y 4ste respondi6: -iJu! IA mi no me consiga mai iComo todos los aiios! iSiempre las mismas palabras dichas nada mis que por hablarl La Iccomotora se detuvo jadeante, resoplando, reso- plando. Rugi6 con su voz ronca y ensordecedora. Los negros corrieron como nbufragos hacia los vagones. En ellos treparon cbillando, y su algarabia se ahog6 en los sollozos de la mAquina. -Cuidao quien se queda, carajo! INo quiero de- pecuezai a un maidito negro!. Era Cleto, tronando. iChof! iChof! iChof! iChof!