OVER bia olvidado mi situaci6n ante la ignominia que se co- metia conmigo, obligandoseme a despedir a aquellos pa- rientes de mi mujer Mi cufiada permaneci6 aqui cuatro semanas mAs. Se fu6 cuando el marido hall algo que hacer en el pueblo y vino por ella. Ese dia saltaban y bailaban de alegria. -No sabes cuanto te agradezco -me decia 61-, no s6 c6mo podr6 pagarte. Yo estaba conmovido. -iAdi6s, cufiadito, hermanito! -reia, ella, desde el cami6n que transportaba sus muebles. Los vi partir sonriendo, pero sintiendo en el fondo gran tristeza por lo que habia ocurrido, por no haberles servido mejor. jPero yo no podia hacer mas! En esos dias contraje deudas para mi considerable, y a pesar de ello no pude evitar un hueco en mi balance. Desde entonces, icuantas zozobras cuando se apro- ximan los inventarios! Esos dias, mis que otros, son in- females. Con frecuencia recurro a los amigos en busca de dinero prestado. Ellos me sirven gustosos, pero me aver- gUlenza la idea de que puedan pensar que yo aprovecho su amistad. Viejo Dionisio me ha prestado ya dos veces en dias de inventarios, algunos vales. Asi los oficinistas cuentan, recuentan, suman, y todo aparece correct. Pero desde que marchan le devuelvo al viejo esos pa- peles que 61 anula en su talonario numerado, simulando que cometi6 un error, pues si estos vales llegan a la ofi- cina de cultivo por via de la bodega, el viejo perderia su empleo. Asi desde que pongo en sus manos las 6rdenes, otra vez queda el hueco, y entonces iqu6 dias!