OVER de pesos que me consumieron esos canallas! Y sus ojos centelleaban. Su mujer permanecia muda. * Desde que ]!eg6 su hermana, mi mujer no habia ce- sado de vomitar. No comia. Pasaba los dias en cama, debilitindose hora tras hora, en un estado que inspiraba lAstima. Tan mal se puso que una noche me decide por lievarla al pueblo. Fui a casa de un medico a quien conozco desde quo yo era nifio. Es un hombre de vida austera, muy respe- table y muy querido en todo el pueblo. Aparenta la mi- tad mis de la edad que tiene. La vida se le ha ido mi- rando con creciente disgust la injusticia de los hombres. Su voz, a veces ha sido una admonici6n, jun destello!... Pero fuertes rafagas la han apagado, y como todo lo alumbra en estos medios, ha tenido que apagarse y dejar que se ensefioree la oscuridad... Este hombre me tiene much afecto, y consider que a ningdn consultorio mejor que al suyo podria Ilevar a mi mujer. Asi lo hice. Cuando estuvimos alli, el m6dico la examine, frunci6 el entrecejo y luego me dijo: -V6mitos incoercibles. D6jala. La dej6 en casa de sus parientes y desde entonces voy todos los domingos a verla. Cuando lleg6, noto que le soy indiferente. iVomita tanto que apenas puede estar unos minutes tranquil! Esto va empeorando mi complicade situaci6n hasta el extreme de hacerla desesperada, porque a pesar de que el doctor no me cobra sus servicios, y pone todo su