Un dia, vi una carreta que venia cargada de mue- bils "iUna mudanza!" -dije para mi, sin darle impor- tancia. La carreta sigui6 acercAndose hasta detenerse frente a la bodega. Los bueyes, que aparentaban venir de lejos, destilaban baba. El carretero coloc6 el alcahuete debajo del p6rtigo, para darle descanso a sus animals, y apo- yandose en la garrocha, me dijo: -Eto mueble lo manda su cufia. -Mi cufiada?... iLa sorpresa me dej6 mudo! Llam6 a mi mujer, la entered de la breve noticia. Su asombro no fuW menor que el mio; pero al instant comenzamos a hacer sitio en la casa. El carretero y un pe6n que pa- saba por alli comenzaron a bajar los muebles. Una ho- ra despu6s Ilegaron mi culiada y su marido. A ella la conoci en los dias de mi matrimonio. Era la hermana mayor de mi mujer. Desde unos diez aiios atrAs estaba casada con un hombre joven natural de un pueblo de mi provincia. Vivieron en ese pueblo, pero al registrarse un cambio de gobierno, el hombre perdi6 el empleo que tenia en el Ayuntamiento de la comfn. Entonces fu6 recomendado por un jefe military al ma- nager y consigui6 empleo en una bodega. Trabaj6 seis aiios sin dar motive para que se le llamara la atenci6n, hasta que esta semana, en el iltimo inventario, su tien- da arroj6 un deficit de ochenta d61ares y centavos El no se explicaba aquello, porque no habia tocado