No me explic6 qui luz emana de si la mujer en la casa. Varias veces he tratado de saber por qu6 los dos cuartitos que forman nuestro hogar, ahora se ven tan amplios. Y por que, objetos que antes escapaban a mi vista, ahora parecen animados. Ya no siento ese silencio oscuro que salia de la casita como de una cueva. Es raro que deje de oirse la charla entire mi mujer y la vieja Merce. iA veces oigo hasta un canto! Siento olor de guises, venido de ahi mismo; rascar de escobas que bus- can telarafias; mi nombre, que no parece mio al salir de su boca, 1mil detalles infimos que le han inyectado vida al ambient! Y sin embargo, en mis ratios de conversaci6n in- terior, siento temor de confesarme que no estoy alegre. Hasta ahora todo march bien, porque con lo que gano podemos vivir mientras las cosas sigan asi, pero si algo alter el curso de nuestra vida, equ6 sucederr?... Si, eque sucedera? Esta pregunta me persigue, me asedia. Y es que, una vez duefio de la mujer, rota la so- ledad, ido el acicate de las noches de ron; en fin, una vez hombre satisfecho, ficil a la doblez, frente a la ver- dad que estf al alcance de la mano, me he confesado mientras ella duerme reposadamente a mi lado: "Esto no es la vida"'. No es la vida! Porque esta bien que el hombre se conform con tener casa, comida y mujer, para llenar su existencia; pero mujer, comida y casa pro- pias, sujetas a su voluntad. Y yo, qu6 tengo? eMu-