OVER caballo los policies; a pie los otros, sujetos a las sillas de las monturas por cuerdas nuevas de pita. * Algunas veces Ilueve a torrentes. Los carries se ha- cen intransitables. Los hombres entran y salen del corte, mojados como guabinas, encogidos, con la mocha debajo del brazo, tiritando de frio, semidesnudos. El capataz y el viejo Dionisio, se ven desde aqui con los sombreros calados, alicaidos, como mufiecos de az(car que se derri- ten sobre sus monturas. En esos dias mins que nunca el trabajo es penoso. Los bueyes se estiran empleando todas sus fuerzas. Ls del tronco tiran inclinados de frente, embarbados, su- jetos al yugo que se agarra al p6rtigo por medio del bals6n. Los tercios y guias van delante, con el hocico ha- cia el cielo y los cuernos hacia atrAs. Las cadenas pare- cen star pr6ximas a estallar. El carretero, como una furia, poseido del vertigo del trabajo, vocea, grita, insul- ta, clava, hiere, golpea, hecho un demonio. El eje de la carreta se queja como un enfermo. Los bueyes tiran mis y mis, y todos juntos -animales, carreta y hombre- forman un grupo simb6lico que no se olvida nunca... A veces el pertigo se rompe, se desgrana una rueda, o se vuelca la carreta. Entonces se agudiza la desdicha de todos. El picador ha de volver a levantar, caria por cafia, la carretada que ya creia en el vag6n. El carretero es insultado, amenazado y a veces despedido. Como quiera, ese dia es perdido para 61 y el picador. Caen los torrentes de lluvia sobre los hombres que se deshacen en los campos de cafia. Aumentan las fie-