OVER do, salieron a toda velocidad hacia el lugar de la llamada. Desde que liegaron, el bodeguero comenz6 a sacar sus birtulos, y no bien hubieron terminado el inventario, ya 61 estaba listo para marcharse. Tenia un deficit de unos cuarenta d6lares y centavos. Firm6 los papeles, dej6 a la mujer -quizas para no ocuparse mas de ella- en casa de unos vecinos, y se fu6 carretera arriba, con su maleta al hombro. En alguna part consigui6 un caballo. Poco des- pu6s, no s6 por que capricho, pasaba por mi bodega. Compr6 media botella de ron, y mientras se echaba un trago, con los ojos hundidos por la falta de suefio, lim- piAndose la boca con la manga de la americana, me decia: -Le ten o pena a todos los que se quedan aqui. jNo saldrA uno enter! iEI que no se ahorque, no sera mis hombre! Dicho esto, guard la botella, tomo su maleta y mont6 en el caballo que lo trajo hasta aqui. No s6 ad6nde irA. Probablemente tampoco 61 lo sabe... Una pregunta se me cuaja en el alma: CpodrA una mujer atenuar todo esto?... Y a pesar del amor, se me enfria la esperanza... * La zafra va caminando. Cuando no trabajo, deshilo mis ratos mirando las multiples escenas de la vida dia- ria, por el lente de una ventana. Un dia de estos hubo fuego. Cuando comenzaron a levantarse las montafias de humo en medio de los cafiaverales, los hombres que re- posaban un moment en el batey -era medio dia-, in-