RAMON MARRERO ARISTY Las imagenes acechan, pero pienso que en el batey, aparte de Nica y Manuela -hembras desvencijadas y ajenas-, s6lo se encuentran haitianas feas y grajosas que nada me inspiran. Pienso tambi6n en las que llegan detris de los pagos quincenales, tan peligrosas que casi result insensato arriesgarse con ellas. Y todo me repug- na, no por castidad, sino porque he conocido algo mejor, y ademrs, porque quizA ya aspire a encontrar compafie- ra con quien compartir algo mAs que una noche de ron. Porque quizAs tuve otros planes hace alglin tiem- po... ipero eso fu6 hace algin tiempo! Y no siempre las cosas suceden de acuerdo con nuestro querer. Esta vida, semejante a la de un preso a quien se le confiara la misi6n inviolable de vigilarse a si mismo, me va des- moronando viejos proyectos, castillos de ilusi6n fabrica- dos cuando no parecia tan dificil vivir. Ahora, todo apa- rece mis estrecho, mas opaco, mas poquito. Porque he visto en alguna parte, en medio de todo esto una cara limpia, joven y fresca, y eso que en el pueblo no me hubiera hecho pensar hasta mis alli de la pr6xima esqui- na, aqui ronda en el cerebro. Porque de noche, cuando las imagenes danzan en la soledad, el hombre tiene horas incontables en una bodega, y con e;las entran y salen recuerdos donde hay diez personajes alocados, y donde hay s6lo una pequefia mujer con una cara ingenua y con los ojos Ilenos de pureza hasta no ser capaces de mirarle a uno largamen- te. Y esa mujer se acerca, ronda despacio y por fin toma asiento en la mente despu6s del bullicio de los primeros recuerdos, y alli reposa, con los ojos sofiadores entorna- dos, con su cuerpo sano, y espera.