RAMON MARRERO ARISTY tratase de un socorro urgente para apagar algo que le arde dentro, y continlia casi gritando: -iA nosotros nadie nos salvari! Yo me he sentado en la cama del Presidente de la Rep6blica; he vivido entire gentes de posici6n que han sonreido al hablarme; he vivido en otro mundo, sofiando y creyendo que ocu pariah ur puesto digno en la vida, y sin embargo he ve- nido a parar aqui. He tornado este torcido camino, y heme ahora soportAndole humillaciones a estos cerdos adinerados, menos que una hormiga, insignificant como cualquier cucaracha, lun cero en la vida! El auditorio, generalmente integrado por Eduardo, el inglesito y yo, espera que trague otro poco de ron y continue. Una vez realizada esta operaci6n tan indispen- sable para el calor de su discurso, dice de nuevo: -iHay que beber hasta reventarl El fuego de este sol. la uniformidad desoladora de estos calfaverales sin fin, sin pijaros, sin Arboles, sin montafias; el grito de la conciencia que no nos deja dormir, el deseo contenido de hacernos justicia dando un golpe feroz ipara demos- trar que merecemos atenci6n de alguien, todo eso nada m;s se puede ahogar en una catarata de ron. iColega! iCompaiiero! iTraiga media caja de ron! iTraiga un rio de ron! Cuando estia asi, ya es un caso perdido. Termina su discurso, se dirige a donde tenga el caballo, y se va sin decir mis palabra, Ilorando, o a punto de llorar. El inglesito es otra clase de sujeto. Negro, con trein- tid6s dientes perfectos, cayo aqui por casualidad. Una tempestad que hundi6 el velero que lo levaba de Cuba a las isl-as inglesas, le arroj6 a nuestras playas, hace ya various aiios. La sanidad del pueblo, que tuvo noticias de