RAMON MARRERO ARISTY rriles esperando "un chance'. Este afio, cuando se dijo que la tonelada de cafia se le pagaria al picador a dieci- siete, todo el mundo -haitianos, cocolos, dominicanos- dijo que no trabajaria; pero al dia siguiente todos fue- ron al corte, callados. Y seguiran yendo. Yo no quiero pensar que voy a ser press del male- ficio, y realize. esfuerzo desesperados por no abandonar- me a esa fuerza oculta que a todos retiene en estos ba- teyes. Pero es dificil mantenerse optimist en medio de tanto desa!;ento. Estos hombres, que envejecen y mue- ren sin otra visi6n que la de estos campos de caria, arras- trados por un fatalismo que se les filtra hasta la medula, no son personas que ayuden a nadie a reaccionar. Durante estos meses he conocido a muchos que ya no recuerdan !a existencia de otro mundo. Hace afios que no van al. pueblo (que se encuentra s61o a unos veinte kil6metros de aqui) y ya no recuerdan nada de cuanto les ocurriera en otro tiempo. Sus planes ahora se con- cretan exclusivamente a "la zafra que viene', a "si este afio la comparia no rebaja los sueldos". a "si mister tal me ayuda". Esos, son came de la finca, y creo que fuera de aqui ya no podrian adaptarse. Cuando son totalmente ignorante-. su .ida es una vida como hay tantas en cual- quier parte, pero si tienen alguna noci6n de cuanto les ocurre, son press de cruel angustia. A esta tdtima clase pertenecen casi todos mis ami- gos. Por ejemplo don Martin, el mayordomo de la com- paniia, el hombre que le hace todo el trabajo al superin- tende americano. Es un puertorriqueiio a quien conoci despugs de empezada la zafra. Este hombrach6n, simpa- tico, de un character apacible -que en otra parte hubie- ra sido dulce, pero que aqui se ha metamorfoseado en barrera de astucia vestida de calma-, este hombre, ata-