OVER nieron atraidos por la noticia de la abundancia de di- nero, llevada por los propagandistas encargados de re- clutar hombres. Dejaron labranzas, families, itodo!, para internarse en esta vorAgine. Muy pocos, ante la realidad que s61o les brindaba trabajo y mas trabajo, a cambio de un poco de dinero que se quedaba siempre en la bodega del central, vol- vieron desilusionados a rehacer sus conucos perdidos. Los mas contrajeron el mal de la finca, y soiiando que hallarian las ganancias que un dia les deslumbraron, se convirtieron en vagabundos trotadores de todos los ca- rriles, en busca del vellocino. Desde entonces cada zafra les trae una falsa esperan- za que va muriendo a media que caen los cafiaverales. Cuando terminal la molienda, se marchan a los campos vecinos maldiciendo, renegando de la finca, en busca de algin duefio de conuco que les albergue y sostenga, a cambio de su trabajo. -Aqui no se pue vivir. -Na mis venimo a que noj desuellen, porque ya no se gana ni an pa comer. -A eta finca no vuelvo yo mA. Eso dicen cuando van encorvados, rotos y ham- brientos, ya cortada la iltima cafia. Mas, tan pronto lle- gan las brisas frias de diciembre, un desgano que no les permit continuar a la sombra de los platanales, les va royendo el alma, y en sus mentes comienzan a surgir pretextos: -Ya s6lo tengo ete pantal6n... -E n'eto dia hay que sacar la c6dula... -Lo que soy yo no sigo asi, porque naide se va a conformar con vivir jarto, pero sin manij un centavo. Y un dia, el sol los sorprende camino de un batey,