RAMON MARRERO ARISTY zan sus necesidades fisiol6gicas alli mismo. Esto es en los barcos. Los que viajan en camiones hacen el trayecto desde Haiti al central en la caja de carga de los vehiculos, de pies, imposibilitados para sentarse durante un moment. Como el cargamento human sobrepasa la capacidad del cami6n, y los hombres, por efectos de la inercia en las curvas del camino son arrojados de un lado a otro, esto provoca afio tras aio terrible volcaduras con sus natu- rales balances de muertos y heridos que raras veces apa- recen en las columns de alg(n periodico sin ninguns clase de detal-les. Cuando Ilegan al batey central, los pobres negros no saben lo que se trata de hacer con ellos. Estin mo- lidos, indefensos, y se dejan arrear en rebafios. Entonces son repartidos. En un corral de alambre de pias, encerra- dos como ganado, vigilados por los policies del central que rondan cejijuntos, armados de revolver y machete, son contados y apartados, pare ser remitidos a las di- versas colonies. Dice una voz: -Para "El 63", icincuenta hombres! Y otra responded: -iYa estin! Sigue la primera: -Para "El 109", itreinticinco hombresl Y ia otra repite: -iYa estin! Y cada grupo lleva su factura. A cada hombre se le ata en la pretina, en la pechera de la camisa o en el harapo que hlg, sus veces, el nimero que le servirf de identificaci6n. Ya podri lamarse Joseph Luis, Mi-