OVER -Quitate del medio, Montero, que ya tAs de agen- tao. -El agentao ere tf, mojiganga. Y el aire se pobl6 de risotadas. Una hora despu6s, los haitianos tocaban el voudou. Se oia mAs allA un acorde6n. Las mujeres se desgafii- taban en La pileta, Ilenando sus latas del agua salobre que de un pozo extra la bomba. El batey, como un niiio harapiento, se olvidaba de todo. Hace ratios que tomamos el ron sin hablar. Del lado afuera, el caballo impaciente, golpea la tierra como un sordo tambor. Eduardo, por decir algo, comenta: -Se ha hecho de noche. Y su mirada busca la puerta. Como ya no tardarA en Ilegar la vieja Merc6, mi cocinera, le invite a cenar y acepta. Hago luz. Poco des- pues entra la vieja con una bandeja en la cual human unos plates. -Don Danielito, dipense que le traiga eto asi tan pelao, pero e'que en la finca no se jaIla nada-, explica la vieja. Siempre dice lo mismo, y tras preguntar "si no bace falta otra cosa", se retire para volver luego por los plates. Atacamos vigorosamente una gallina con abundante raci6n de platanos y yuoa que nos sirve la vieja, y Io acompafiamos todo con frecuentes tragos de ron. Nos Ilegan algo atenuados por la distancia, los so- nidos de una tambora tocada en el batey vecino, Indu-