OVER mi mente desfilan escenas que ponen de relieve su des- orientaci6n, su ignorancia --su eterna ignorancia!-, su necesidad de que se les compadezca y se les permit vivir como series humans, ya que produce tantos mi- llones de d6lares para que otros los despilfarren sin sa- ber Io que cuestan. Recuerdo la escena de ayer tarde. Los trabajadores hambrientos, se amontonaban en el balc6n de la bodega y se dispersaban en el patio, en espera del mayordomo que les daria los vales para comprar su primer comida en dos dias. El viejo Dionisio habia ido a la oficina en busca de talonarios de 6rdenes, y los peones sufrian cada minute que tardaba. Como el viejo no aparecia y se acer- caba hl hora de cerrar la tienda, las protests no esca- seaban: -Yo no he visto gente mfs desgracid que nosotro -decia un carretero-. Trabajamo todo el dia como animal y dipue no jallamo ni an siquiera maldito vale pa comer a cuenta. -El pe6n de la finca e j'un perro de mal amo-, re- zong6 uno rIel cultivo. -Eto mayordono noj tratan como a los bueyes-. opin6 otro. -iQu6 va, compai! -respondi6 el carretero-. El buey vive mejor que nosotro, porque el buey s6lo nece- sita comia pa vivir y se la dan toa la noche, adema de lo sei mese de tiempo muerto que de chepa trabaja. Pero a nosotro.... -iJum! Yo no quisiera set buey -cort6 alguien-. Al buey lo matan pa dipue vender la cane a cinco la libra. -Pero a nosotro no j'asen peor -sigui6 el carrete- ro-. Noj sacan el cuajo, y cuando tamo deplotao, tisico,