RAMON MARRERO ARISTY Mi compaiiero ha dicho todo esto con bastante tranquilidad y en sus labios la ironia asoma en sonrisa. He oido palabra por palabra, y asqueado ante tanta su- ciedad, no puedo callar una protest: -iEste es un asqueroso comercio de la dignidad! iNo me e:pi:o como estos hombres no prefieren el des- empleo a situ-ciones tan abominables! Pero Eduardo responded: -Es una indignidad y todo cuanto quieras, pero es la verdad. .. Luego dice. apretando los dientes: -iY si eso fuera todo! iSi los que venden su honor por una piltrafa tuvieran seguridad!. .. Pero nada de eso. El comprador, una vez hastiado de la mujer, la hlt-- mana o la hija. y una vez deudor de una suma que n. quiere recorder, se hastia tambi6n de los que se les ven- den, y los deja un buen dia sin honor y sin empleo, des- pu6s de haberse cotizado a tan bajo precio. Creia yo que estas cosas s61o se encontraban en novels cuyos outores tuvieran la mania de crear fan- tasias abominables. pero los ejemplos que cita mi amigo no me dejan dudar. Todo eso ocurre en este mundo de la finca, Todo ello es verdl:<