RAMON MARRERO ARISTY mas que no se dirin! Todo esto es nuevo para mi y ,lo escucho con cre- ciente avidez. Pido a mi compafiero que me ilustre am- pliamente sobre tales asuntos y 61 accede. Se revela ante mi una series de cosas que no pude jams sospechar. Eduardo sigue hablando... El manager y su se- gundo se completan admirablemente. El mAs grande se ocupa de los asuntos mayores. El otro, mete la mano aIli donde las cosas, por pequefias, hieden mAs. No es que tengan un convenido especial, como iguales. Se trata de que el asistente conoci6 el juego de su jefe y 6ste, sin comentarios, le dej6 hacer lo suyo por su cuenta de ahi en adelante. El rubio es hombre de pocas palabras, de pocas releciones. Vive en uno de los confortables chalets que han sido fabricados por el central para los blancos; bebe su whisky, juega golf, lee revistas america- nas, soluciona crucigramas, siente un desprecio olimpico por este pais y sus gentes, y oye la radio... Su vientre crece, su cuenta bancaria crece, y el future Ie sonrie allA en la Florida, en form de alguna quinta, cuando una buena sums est6 colocada en acciones y se pueda termi- nar tranquilamente como buen hijo de una gran demo- cracia. El otro no es lo mismo. Lleg6 aqui un dia con la americana rota, como otros tantos aventureros que luego se convierten en personajes en nuestros miserrimos pueblos; sabia ingl6s y contabilidad, hall trabajo en la oficina del manager, fu4 su escribiente y luego su se- cretario, y finalmente, el cargo de asistente fu6 creado para 61, gracias a su oportuno descubrimiento. No suefia con ninguna Florida, ni cree en la democracia que le permit a los ciudadanos colocar dinero en acciones y criar vientre sin trabajar, sino que gusta de las mujeres, de la parranda, y le saca todo el jugo possible a su posi-