RAMON MARRERO ARISTY invite el mismo Mr. Lilo en persona. Cuando vi su carro ayer, me pregunte: "jA qu6 vendrb Mr. Lilo a estas horas?", y cuando lIeg6 a mi bodega fu6 para de- cirme: "Rodriguez. lo espero mariana donde Turr6n, que tenemos una jaranita". jYa ustedes ven! iFu6 expresa- mente a invitarme, el mismo Mr. Lilo! iCon cu6nto asombro lo dice! "iEl mismo Mr. Lilol" Es como si dijera: "iHe Ilegado al cielo! Yo era un sim- ple ser human, un pobre diablo, como ustedes -ni mAs ni menos- y ahora soy un bodeguero amigo del se- gundo manager, deh? iNadie Ilega hasta ahi! iMuranse de envidia!". Y charla, charla incansablemente hacienda su propio panegirico y tratando de asombrar a todo ser viviente. iQuE asco! En verdad, no me explico c6mo se po- dria pasar un dia can 61 sin romperle la crisma. Para suerte nuestra, este portento dice que se march, porque "Mr. Lilo le espera". Cuando llega el moment de su partida, un gran alivio nos embarga a Eduardo y a mi, y casi nos vuelve el. humor. Riendo estrepitosamente, el Amigoo de los grandes", sin permitirnos pronunciar palabra, ha ido hasta su caballo, y le acompaiiamos hasta allli par cum- plimiento. Ya se despite. Como un ser tan extraordinario no puede marcharse de manera rutinaria, hace que el animal realice cabriolas, apretAndole las espuelas en los ijares y recogi6ndole las bridas, todo ello innecesaria- mente, hasta que por fin parte a galope por el carril del sur, hacia la vecina division. Se pierde su silueta y afin queda en nosotros la des- agradable impresi6n que su voz chillona, sus gestos y el tema de su conversaci6n nos han producido. Instalados de nuevo frente a nuestra botella, no