RAMON MARRERO ARISTY del iunico tema que tienen los bodegueros de la compa- fiia: la bodega y lo que a ella concierne. Ventas, vales, reports, el alemrn, Mr. Robinson, Mr. Lilo... Todos desfilan por nuestra conversaci6n, pero muy superficialmente. Se nota que cada uno teme aventurar una palabra que mas tarde pueda compro- meterle. Porque ning6n espionaje es tan eficaz como este de la finca, donde el empleado, a la vez que es came de trapiche, hace de lubricante de la maquina y de conduc- tor de elements que alimentarin el engranaje insaciable. Uno de los que me acompafian es Eduardo, un mu- chacho del Sur, inteligente, de mirada muy viva, que me ha torado gran afecto por lo 61 llamn en mi, "fran- queza'. Es veteran entire los bodegueros y puedo decir que me ha torado bajo su protecci6n. Por 61 he sabido que aqui es necesario "llevar la lengua en el bolsillo", y ha sido 61 quien me ha ensefiado a perfecci6n los tru- cos del robo en el peso y la mejor manera de lidiar al peonaje. A pesar de que sus afios no llegan a treinta, se sabe de memorial la vida de los bateyes y nadie tiene un olfato como el suyo para husmear el peligro. Mide y pesa lo que dice, y seg6n me ha dicho fu6 aqui donde se hizo tan zorro. El otro es de esta misma region y creo que nadie puede ser tan jactancioso como 61. Es el tipo representa- tivo de una clase de bodegueros abominables. Repugna estar a su vera. Se alaba de todo. Asegura que es el hombre mis eficiente del departamento y tambi6n el mas hAbil en lo que concierne al aumento de su cuenta de ahorros a costa de los peones. Ahora mismo pro- clama: Yo tengo mi batey disciplinado. A mi no hay pe6n que me forme berrinches. El que se para frente al mos-