RAMON MARRERO ARISTY entrar en los bateyes con su pequefia carga, y esto, muy vigi!ado. Luego, no se le permit ejercer otra clase de comercio a nadie en toda el area que pertenece a la compaiiia. A los trabajadores no se les deja utilizar una tarea de los inmensos terrenos que ha acaparado el cen- tral, y los cuales constituyen la envidia de esta pobre gene, agricultora casi toda, que se extasia ante tanto monte sin cultivo. Una rama de arbol de esos bosques es sagrada, y quien la toque, por lo menos probarA el lomo del machete del policia y luego la circel, si no es que siente el filo o se Ileva un balazo. El personal de la finca tiene que resolver todos sus problems en esta bodeguita, donde se le vende la comida, la ropa, ar- ticulos de ferreteria y fichas para canjearlas por la dura y filamentosa came de buey que se consume en los bateyes. Porque el central le saca a todo la mayor utilidad, y el buey que trabaja various aifos, cuando ya no sirve, es beneficiado para alimentar a estos Avidos es- t6magos, aunque ello a los ojos de los rudos hombres que se ganan la vida durante afios con estos animals, parezca un crimen, porque ellos opinan que "el buey e 'sun animal que deberia morir de viejo, decansando". El policia ha callado. Vaciamos nuestros vasos de un trago y el ron nos quema el gaznate. Esto Ic reanima y sigue hablando: -Vale, hay que vivir much pa comprendei poi que a l'ombre se le pone duro ei coras6n... ;Mir! Cuan- do uno ta jovencito se manija cogiendole pena jata a lo s'animale, pero a media que uno va dentrando en edi, se le va agriando la pifia y va cogiendo iperencia. Ei dia se Ilega, en que ut& anda debaratao, y naide le jace caso. Llega uno a pasai jata jambre, y no encuentra un amigo. Antonse uno se da cuenta de que cuando jalle