RAMON MARRERO ARISTY Alg6n grito que domina a los demas me sacude los nervios y siento que algo se me agolpa en el pecho y aIli se me revuelve violentamente como si fuera a aho- garme. Se me enciende !a ira. iC6mo son las cosas! No crei jams que a tan corta distancia de mi casa, y despues de haber formado tan bonitos planes sobre mi porvenir, me veria en la nece- sidad de servir a 6stos y de obedecer a otros a quienes he de considerar mis amos absolutes. PC6mo son las cosas! Y por mis que lo sienta he de hacerlo sin chistar, porque el hecho de que el aleman 6ste escriba como un patan, no le quita su omnimoda au- toridad sobre mi; las cosas que ordene, coma l6 quiera se habrAn de entender. Recuerdo la tarde de ayer... "Usted es libre el do- mingo desde que cierra -me grufiia de mala gana-, pero el lunes la tienda debe estar limpia, con piso lava- do y todo muy limpio. Y ademas, usted no puede aban- donar este batey sin permiso. Yo lo explica a usted to- do, y ahora usted tieni que comprenda. Yo habla bien claro". Y dicho esto sali6 taconeando marcialmente, tal como corresponde a un buen alemAn. iTe comprendo, colorado teut6n! Puedo disponer de medio domingo -ustedes Io dicen a viva voz-, pero antes he de lavar pisos, limpiar botellas, sacudir telas, matar ratas y cucarachas, volverme escoba, estropajo, gato y perro a la vez, itodo!, menos una persona decen- te. Y para salir del batey, llenar unos formularios por cuadruplicado desde el sabado, en los cuales habre de dar cuenta de las horas de salida y de regreso, y hasta de mis lHtimos pensmrientis del dia. ;Muy bien! Todo se hara como lo ordenas, ya que tu, el manager y sus secuaces, son dioses tonantes a quienes debemos terer.