RAMrON MARRERO ARISTY Y s6pase que los precious son fijos. El almac6n despacha a cinco para que se venda a cinco, de acuerdo con los reglamentos y con la muy clara y visible list de precious que hay en cada bodega; pero a fines de mes, o mejor dicho, cuando se pasan los inventarios, las cuentas deben aparecer como si se hubiera vendido a seis o a siete. Y si no se trabaja en esa forma, ja la calle! Y si la com- paiiia comprueba que el bodeguero vende incomplete, Ia la calle tambi6n! Porque antes de todo ellos necesitan demostrar que son personas muy rectas, honestas y me- t6dicas. iY dicen los curas que el infierno esti por ahi! En una de esas encrucijadas que como a conejillos se les tejen a los desolados empleados, estuve a punto de caer de no hallarme oportunamente con el viejo Dio- nisio. Se hallaba el mayordomo en la galeria de la bode- ga consumiendo el ron de una botella que tenia el mos- trador, cuando me vi6 entregarle a un pe6n various pa- quetes que acababa de comprar. --Y asi e como ut6 vende siempre, o lo hace por- que yo toy aqui? -me pregunt6. Aquello me sorprendi6. Le mire fijamente, algo dis- gustado por aquella confianza que se permitia sin mis ni mis, y le interroguh a mi vez: --Qub quiere decirme usted con eso? -Que esos paquetes tan muy complete. El viejo lo decia serenamente, pero yo me hallaba sorprendido. -zY c6mo se ha de vender? -pregunt6-. La compafia asi lo exige, y ademas, yo no robo. El negrazo se sirvi6 medio vaso de ron; con su cal-