OVER mar. Quizas piense que no puede conducir a la vez sus cinco autom6viles y que su sueldo mensual necesita cua- tro cifras para escribirse en d6lares. Luego, cormo una procesi6n, van desfilando !os subalternos: el sub-admi- nistrador -hombre activisimo, cuya rigidez s61o puedo ser comparada con la del hierro-. Tambi6n su sueldo necesita de las cuatro cifras. Siguen los jefes de departa- mentos, que son algo asi como los secretaries de estado de esta reptiblica que es el central. Se denorinan su- perintendentes, y los hay de trifico (encargado de los trenes), de construcci6n, de cultivo, de crianza. Existe el auditor, que maneja las finanzas y todas las oficinas, y finalmente, el enorme manager de lo que ellos llaman Stores Departament. Sus sueldos oscilan entire los ocho- cientos y seiscientos d6lares al mes, ademis de mil co- modidades y servicios que se afiaden a estos cargos que son verdaderas canongias. Van detras los demas empleados de trescientos, dos- cientos, cien d6Iares mensuales, Todos --con rarisimas excepciones- extranjeros que ocupan las mejores resi- dencias destinadas a empleados en las avenidas del ba- tey central. Y finalmente, los empleadillos del g6nero de aquel'-os que parecen former parte del escritorio, a quie- nes sospech6 tan felices en sus casitas verdes, con sus mujeres carifiosas y sus hijitos pequefios. La maquina ronca, ronca. El alemAn parece de plo- mt, Su ccmpafiero contempla el paisaje que se fuga veloz. De moment un impact me sacude el adormeci- miento, Ruge el motor. Es una recua de burros carga- dos de viveres y carbon, que va hacia el pueblo. Sus guiadores, hombres y rnujeres ennegrecidos, rotos y ma-